En estos tiempos de zozobra y de incertidumbre, la mayoría de la población ha aprendido a vivir con la consciencia clara de que nada es definitivo y que los acontecimientos nos superan (como siempre, pues la vida es un torrente mucho mayor que nuestra disposición y nuestra voluntad), casi cada día. En biología, en medicina en particular, los que estamos en este lado de la trinchera nos apañamos para seguir sobreviviendo en el terreno de la incertidumbre, apostando a que «este tratamiento le sentará mucho mejor» o a que «cuando le operemos seguro que mejorará su calidad de vida»…, muy a pesar de que solo contemos en muchas oportunidades con nuestras propias capacidades y las de un equipo entregado.
Alguna vez hemos comentado en este mismo lugar la diferente forma de contabilizar los tiempos de un embarazo de la propia gestante (ella debe saber más que nadie sobre cuándo se inició su propio embarazo, verdad?) y de la de su ginecólogo (o cualquiera otro al que se le pregunte sobre el tema. Así, en general, las mujeres «cumplen» con las fechas de cada regla en los meses sucesivos y así interpretan que cada «falta de regla» es un mes más. Sin embargo, eso no parece muy preciso, habida cuenta de que una mujer puede tener su regla cada 28 días, otra cada 26 y aún otras cada treinta y dos o veinticinco…
Son tantas las bacterias que viven con nosotros, en el interior de nuestro organismo, que debiéramos referirnos a «ellos» cuando hablamos de «nosotros»; hay más bacterias exógenas en nuestra microbiota que células tenemos en el organismo entero. Están en las acvidades naturales como las fosas nasales, la boca o el conducto auditivo externo; abundan en el estómago y en todo el tubo digestivo en el cual la digestión de los alimentos no sería posible sin su concurso.
Cualquier lector interesado en asuntos de divulgación sanitaria y de medicina en general podría llegar a la conclusión compleja de que en la medida que la población va envejeciendo cada vez más, se van acumulando las que podríamos llamar «enfermedades numéricas». Consideramos (o podemos considerar hipotéticamente para que nadie se sienta ofendido…) como tales, aquellas circunstancias que para ser consideradas «enfermedades» necesitan alcanzar (o descender de) un determinado umbral numérico, más que una determinada condición de «enfermedad» en el sentido más clásico del término.