En una época de regreso al oscurantismo y la incultura a la que muchas personas (a veces altos mandatarios políticos con mucho poder en sus manos) tratan de que la sociedad en su conjunto retroceda (viviendo como en las cavernas, planificando parir en casa, evitando vacunar a los hijos, comiéndose las placentas tras parir…, en fin…), en una época como esta que afrontamos, la pregunta del titular sería realmente «la del millón de dólares» para tapar la boca a los antivacunas. En este blog de salud nos hemos visto obligados a dedicar tiempo, esfuerzo y espacio a algunas de esas conductas (véase en https://www.neyro.com/2019/01/18/comerse-la-placenta-tras-el-parto-no-aporta-beneficios-para-la-salud/)
Sobre el tratamiento de casi todas las enfermedades hemos ido avanzando y aprendiendo a veces mucho o a veces más despacio, pero con los sanos objetivos de dañar cuanto menos a los pacientes, ser más efectivos en el control de la enfermedad y, de ser posible, curar a cuantas más personas mejor. Así ha sido también en una de las enfermedades más prevalentes y más socialmente «famosas» cual es el cáncer de mama. Afectará a 1 de cada 8 o 9 mujeres a lo largo de sus vidas y consume una enorme cantidad de energía, tanto a las personas que lo sufren como a sus familias y los entornos sanitarios que tratan a todas ellas.
De perfil apenas, hemos colado no una sino dos preguntas definitivamente importantes y no solo durante el (largo) tiempo que vaya a durar esta pandemia, sino en general en lo científico: ¿de qué podemos fiarnos en suma? Hemos firmado hace años un compromiso no se si con la verdad, pero con la mejor de las certezas científicas, alejados del bulo y de la falsa noticia (ver en https://www.neyro.com/2019/05/10/un-compromiso-con-la-divulgacion-y-con-el-desmontaje-de-los-mitos-en-salud/). En medicina solemos fiarnos de la llamada medicina basada en evidencia, basada en pruebas.