Sobre las (nuevas) relaciones entre las «enfermedades numéricas»

Cualquier lector interesado en asuntos de divulgación sanitaria y de medicina en general podría llegar a la conclusión compleja de que en la medida que la población va envejeciendo cada vez más, se van acumulando las que podríamos llamar «enfermedades numéricas». Consideramos (o podemos considerar hipotéticamente para que nadie se sienta ofendido…) como tales, aquellas circunstancias que para ser consideradas «enfermedades» necesitan alcanzar (o descender de) un determinado umbral numérico, más que una determinada condición de «enfermedad» en el sentido más clásico del término.

Algunos autores discriminan (o mencionan sin más) a muchas de ellas y no las consideran verdaderas enfermedades sino tan solo una «condición de riesgo» de padecer después, acaso con una mala evolución, de algunas de sus complicaciones más prevalentes. Para que el lector no desespere podremos a continuación varios ejemplos que pueden ser más informativos que teorizar sobre el tema. Serían «enfermedades numéricas» por ejemplo, la Hipercolesterinemia, la hipertensión arterial, la osteoporosis, el hipotiroidismo….y otras varias cuya definición viene dado por un determinado umbral numérico.
Ese «umbral» por otro lado, argumentan los más contrarios a esta «medicalización de la vida» (según algunos), está condicionada por la opinión de grupos de expertos habitualmente seleccionados por distintas sociedades científicas que, y no por ser menos cierto puede ser menos informativo, a veces están sino financiadas, si al menos sostenidas por los grants y los patrocinios de determinadas industrias farmacéuticas. A modo de ejemplo una vez más, citaremos que el nivel más bajo del colesterol «normal» ha sido reducido en dos diferentes ocasiones en los pasados veinte años apenas…Imaginen el coste de esos tratamientos aplicados a casi un tercio de la población…
Estas «condiciones de riesgo» efectivamente no matan; lo que definitivamente altera el bienestar de las poblaciones son sus complicaciones: el infarto de miocardio como resultante del exceso de colesterol, el ictus hemorrágico en general en el caso de la hipertensión arterial, la fractura vertebral o de cadera en el caso de la osteoporosis… Ya, pero…, ¿y las fracturas de bajo impacto sucedidas antes de que la condición de riesgo alcance ese determinado umbral como para condicionar el «diagnóstico» de osteoporosis?, ¿Y los infartos de miocardio o las anginas de pecho en sujetos con cifras no alarmantes de colesterol? No está todo tan claro siempre…, verdad?
Pues bien, continuando con la senda de los números como definitorios de enfermedades, los estudios estadísticos permiten correlacionar las cifras de una y de otra…y así, ya sabíamos que había un nexo común en el mecanismo de control del colesterol y de la masa ósea. De hecho, por la vía enzimo-metabólica del mevalonato, las estatinas que son un grupo de fármacos que se emplean para reducir el colesterol (en cada vez mayor número de personas), pueden influir favorablemente en el desarrollo del mantenimiento de la masa ósea…., o no¡¡¡¡
Hasta ahora, no se ha investigado si la inhibición de la HMG-CoA-reductasa, el mecanismo principal de las estatinas, desempeña un papel en la patogénesis de la osteoporosis. Recientemente se ha publicado un estudio que aborda estas cuestiones (su título original  «Diagnosis of osteoporosis in statin-treated patients is dose-dependent»; fue publicado en el  Annals of the Rheumatic Diseases (de los BMJ journals a finales de 2019)  y es accesible en el enlace siguiente https://ard.bmj.com/content/78/12/1706). En la imagen de abajo, su portada.
En este estudio que ahora mencionamos, se examinó la relación de diferentes tipos y dosis de estatinas con la osteoporosis, con la hipótesis de que la inhibición de la síntesis del colesterol podría influir en las hormonas sexuales y, por lo tanto, en el diagnóstico de osteoporosis. Ventajas de los «big data», a  partir de registros médicos de todos los austriacos entre 2006 y 2007 se identificó a los pacientes tratados con estatinas y se calculó el promedio de dosis diaria para seis tipos diferentes de estatinas.
En la población general del estudio, el tratamiento con estatinas se asoció con una sobre-representación de osteoporosis diagnosticada en comparación con los controles (odds ratio 3,62; IC 95% 3,55-3,69). Hubo una dependencia evidente de la dosis de estatinas con las OR de osteoporosis. La osteoporosis estaba infra-representada en el tratamiento con dosis bajas de estatinas (0-10 mg por día), incluida lovastatina (OR 0,39; IC 95% 0,18-0,84), pravastatina (OR 0,68; IC 95% 0,52-0,89), simvastatina (OR 0,70; IC 95% 0,56-0,86) y rosuvastatina (OR 0,69; IC 95% 0,55-0,87). Para interpretarlo mejor, reducción del 61% del riesgo de padecer osteoporosis entre las personas tratadas con lovastatina, del 32% para los tratados con pravastatina, del 30% para los que recibían simvastatina y del 31% para los que tomaban rosuvastatina. La imagen siguiente es del original del artículo

Sin embargo, por el otro lado, en el capítulo de las dosis altas, la superación de un umbral de 40 mg para simvastatina (OR 1,64; IC 95% 1,31-2,07) y la superación de un umbral de 20 mg para atorvastatina (OR 1,78; IC 95% 1,41-2,23) y para rosuvastatina (OR 2,04; IC 95% 1,31-3,18) se relacionó con una mayor probabilidad de osteoporosis.Aquí, a dosis altas, se observó incrementos del  64% del riesgo de padecer osteoporosis entre las personas tratadas con simvastatina, del 78%  para los tratados con atorvastatina y del 104% para los que tomaban Rosuvastatina a dos de 20 mg al día.

Estos resultados muestran que el diagnóstico de osteoporosis en pacientes tratados con estatinas depende de la dosis, siendo más frecuente en pacientes que reciben dosis altas…., que por otra parte son siempre los de más alto riesgo pues sus situaciones no se han conseguido dominar con dosis menores (más si cabe cuanto más jévenes y sobre todo mujeres…, como muestra el siguiente gráfico, también del original). Los autores concluyen textualmente que la osteoporosis está sub-representada en dosis bajas y sobre-rrepresentada en el tratamiento con estatinas en dosis altas, lo que demuestra la importancia de que los estudios futuros tengan en cuenta la dependencia de la dosis al investigar la relación entre las estatinas y la osteoporosis.

Todavía poco se puede concluir, añadimos nosotros, en función del enorme eco que el artículo tuvo en la publicación con diversos comentarios y cartas al editor inmediatamente posteriores, pero el asunto promete en una sociedad crónicamente envejecida y que camina hacia la pluri-patología de la mayoría de sus longevos miembros (ver en https://www.neyro.com/2018/05/22/cuando-el-envejecimiento-llama-a-nuestra-vida-y-se-empena-en-complicarla/)