Incluso, por encima de artículos poco afortunados y publicados muy recientemente en uno de los diarios de mayor difusión en nuestro país (al que no daremos pábulo alguno reproduciendo su enlace), ya habíamos dicho que respecto del alcohol no existe un nivel óptimo perfectamente seguro como para ser tolerado sin riesgo durante la gestación (ver en el enlace https://www.neyro.com/2018/12/
De acuerdo, podríamos decir que el tema está zanjado para el alcohol: cero es el límite ideal máximo… Pero ¿y para el café? Esta pregunta abre un mundo diferente…¿o acaso no? Algunos sociólogos afirman que cada grupo social asume como propio un determinado tóxico que con distintos efectos, estimulantes a veces, depresores o tranquilizantes otras, acaso psico-dislépticos en ocasiones, se imbrican en el devenir de las acciones del grupo casi con naturalidad.
En nuestra sociedad occidental podríamos decir sin temor a equivocarnos que hemos «normalizado» el empleo (a veces masivo) de alcohol y café…, desde hace centenares de años y con muy variadas intenciones. Sin embargo, también desde hace muchos años, el consumo del primero está proscrito durante el embarazo por más que lo digan gentes ignorantes o sin conocimientos científicos (y de ello nos ocupamos hace poco en este mismo foro…).
Pero ¿qué hay del café?, ¿se sabe si debemos considerarlo un verdadero «tóxico» durante el embarazo?, ¿debemos postergar su empleo en esta fase de la vida de la mujer, recortando así sus efectos estimulantes?, ¿tenemos evidencia de sus posibles daños?, ¿es realmente inocuo y hasta saludable como el marketing nos intenta enseñar con todo tipo de señuelos y figuras de distintos ámbitos favoreciendo su consumo?
La plataforma @SaludSinBulos se lo cuestionó también y me pidió unas reflexiones sobre el asunto. Reproducimos en los párrafos siguientes ese artículo publicado con fecha 09.07.2019 en la plataforma Salud Sin Bulos, porque pensamos que puede ser de interés para los seguidores de este blog. Decíamos allí…
De acuerdo, pero del café ni hablamos, ¿no es así? Porque parece claro que cada sociedad como grupo humano que interactúa a lo largo de un tiempo, nos dicen los sociólogos, tiene una droga que en un momento u otro facilita ese actuar, se torna consustancial a sus ceremonias y su empleo se generaliza más o menos en una amplia base del grupo. ¿Podríamos asumir que la sociedad occidental tiene incorporado en su devenir histórico y sociológico al café como un componente más del grupo?
Seguramente no es este el momento ni el firmante el más idóneo para reflexionar sobre esos avatares, pero tal vez sí para discernir si el empleo del café, como estimulante básico de nuestra sociedad, es conveniente o no durante la gestación, si su consumo es seguro para el feto, acaso para el propio embarazo.
Asumamos un elevado consumo de café en nuestros grupos sociales. Se toma en la mañana para estimular y re-acondicionar el organismo para las nuevas tareas que esperan cada día; muchas personas no podrían enfrentarlas sin ese consumo. También es empleado a lo largo de cada jornada para ”socializar”, cuando no para continuar un ritmo de trabajo físico o intelectual que en ocasiones precisa ayudas externas en forma del estímulo que proporciona la cafeína como sustancia activa de la infusión de café.
Un estudio ya clásico analizó los datos de entrevistas y registros médicos de 12.205 mujeres no diabéticas y no asmáticas para evaluar la relación entre el consumo de café y los resultados adversos del embarazo. El bajo peso al nacer y el acortamiento de la gestación ocurrieron con mayor frecuencia entre las mujeres que bebían cuatro o más tazas de café al día y más a menudo entre las fumadoras. Después de controlar el hábito de fumar, características demográficas y el historial médico, no se encontró relación entre el bajo peso al nacer o la prematuridad y el consumo excesivo de café. Además, no hubo exceso de malformaciones entre las bebedoras de café. Estos resultados negativos sugerían entonces que el consumo de café tiene un efecto mínimo, si lo hubiera, en el resultado del embarazo (2).
Y es que en esos años, los epidemiólogos habían alertado de una posible asociación entre el consumo de café durante el embarazo y un riesgo incrementado de aparición de diversas malformaciones fetales (3). La imposibilidad de investigar con gestantes como si fueran animales de experimentación (afortunadamente) ha limitado la evidencia científica a la ofrecida por los estudios de los epidemiólogos y los hallazgos de relaciones entre un determinado consumo y algunos desenlaces posteriores.
Así las cosas y ligando la experiencia acumulada a los hallazgos epidemiológicos, recientemente se ha publicado un metanálisis de nada menos que 26 estudios distintos (veinte de cafeína y ocho de café). Después de diversos ajustes estadísticos, el consumo de cafeína se asoció con un mayor riesgo de pérdida del embarazo (OR 1.32, intervalo de confianza del 95% [IC] 1.24–1.40), al igual que el consumo de café (OR 1.11, IC del 95% 1.02–1.21). Un análisis de dosis-respuesta sugirió que el riesgo de pérdida de embarazo aumentó en un 19% por cada aumento en la ingesta de cafeína de 150 mg / día y en un 8% por cada aumento en la ingesta de café de dos tazas por día. El consumo de cafeína y café durante el embarazo parece aumentar por tanto, el riesgo de pérdida de embarazo (5).
Desde hace más de treinta años los científicos estamos detrás de obtener evidencia clara sobre la relación entre el consumo de café, de cafeína en suma, y los posibles riesgos para el desarrollo de la gestación en general, del feto en particular. Los datos a día de hoy no son definitivos, pero sí apuntan claramente a la ausencia de efectos beneficiosos y a un aumento del riesgo de pérdidas gestacionales, cuando no de un discreto bajo peso al nacer o incluso una tendencia al incremento del riesgo de hipertensión durante el embarazo.
Sería poco juicioso alarmar innecesariamente a la población gestante con una prohibición absoluta de ingerir café durante todo el embarazo, ¡cierto! Ello en modo alguno puede equivaler a una inadecuada e inexacta información de que los riesgos son despreciables y el consumo puede ser libre. Por el contrario, una prudente información sobre los riesgos anotados, sobre todo en usuarias de cantidades elevadas de café durante sus embarazos parece más ajustada a la evidencia actual. Será la autonomía de cada gestante la que tras una completa y veraz información decida si seguirá con su taza de café al desayuno, recortando los innecesarios “cafés de socialización”, hasta tanto no dispongamos de evidencias más definitivas.
No nos vaya a pasar como con el alcohol, con el que a pesar de que la evidencia de su (enorme) peligrosidad es abultada, fuentes ignorantes y precipitadas echan por tierra años de prudencia en el consejo médico, de cautela en la dieta de (no lo olvidemos) unos embarazos cada vez más infrecuentes y más valorados por todo nuestro cuerpo social.
2.- Linn S, Schoenbaum SC, Monson RR,et al., No association between coffee consumption and adverse outcomes of pregnancy. N Engl J Med. 1982; 306: 141-5
3.-Kurppa K, Holmberg PC, Kuosma E et al., Coffee Consumption during Pregnancy and Selected Congenital Malformations: A Nationwide Case-Control Study. Am J Public Health 1983; 73:1397-1399.)
4.- van der Hoeven T, Browne JL, Uiterwaal CSPM, van der Ent CK, Grobbee DE, Dalmeijer GW (2017) Antenatal coffee and tea consumption and the effect on birth outcome and hypertensive pregnancy disorders. PLoS ONE 12(5): e0177619.
5.- Li J, Zhao H, Song JM et al., A meta‐analysis of risk of pregnancy loss and caffeine and coffee consumption during pregnancy. Int J Gynaecol Obstet. 2015 Aug;130 (2):116-22.
Hola Macarena, buen día:
Antes de nada, mi gratitud total por su seguimiento de nuestro blog y por haberse tomado la molestia de comentar alguno de nuestros posts.
Probablemente, la prudencia es la base de cada acto médico y aún más si cabe en esos nueve meses porque lo que suceda durante la gestación, lo que decidamos prescribir durante el embarazo en suma, involucra indefectiblemente a un tercero al que nadie ha preguntado y que no puede defenderse dada su absoluta dependencia…
Por eso al final de mi artículo yo hablaba de la necesaria «cautela en la dieta de (no lo olvidemos) unos embarazos cada vez más infrecuentes y más valorados por todo nuestro cuerpo social»…
Efectivamente no podemos convertir a las gestantes, sean pacientes nuestras o no, en inválidas o incapaces que no puedan tomar decisión alguna, que no puedan hacer la dieta que mejor les parezca o que más les guste…, pero sin olvidar al tiempo que la consideración de cada gestación ha cambiado en los últimos cien años…(apenas un tiempo insignificante en nuestra historia, pero abultadamente extraordinario en el cuidado gestacional).
Apenas le comentaré esta circunstancia y es que hace apenas seis u ocho décadas, cada mujer gestaba doce o diez y seis veces, se morían tres o cuatro de sus vástagos, abortaba un par de veces mas…; en fin. Ahora, cada mujer considera su embarazo como una ocasión seguramente única en su vida y exige resultados de normalidad absoluta…
Hemos desechado el fracaso al tiempo, muy a pesar de movernos en la biología de la inconstancia de resultados, en la incertidumbre de la naturaleza; por eso, cada vez más, de forma casi obsesiva muchas veces, enfatizamos en los complejos polivitamínicos, en el mantenimiento de los tratamientos con yodo o con hierro, en una dieta adecuada, en la abstinencia completa de alcohol… e incluso valoramos la moderación en el consumo de café…
Efectivamente, la gestante no es una inválida, claro que no, estimada Macarena, tiene usted razón…
Pero admitamos que cada gestación (por escasas y sobrevaloradas acaso a veces…) es tan de alto riesgo como la misma vida que tratamos siempre de proteger.
Un saludo cariñoso con mi gratitud por su seguimiento.
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Muchas gracias por el artículo. Últimamente parece que el embarazo es una fase de la vida de alto riesgo donde no te conviene tomar de nada ni hacer nada.
Como concluyes en el artículo ¡Sentido común!
Gracias