Una de las constantes de nuestro (nuevo) mundo en cambio continuo (como ha sido desde siempre, por otro lado), es que en estos últimos años, muchos están (estamos?) empeñados en cambiar a las cosas de nombre para simular que innovamos, para hacer (nos) creer que lo nuevo es realmente original y que es muy diferente de lo que antes teníamos….., y no siempre es así y ni tan siquiera está a veces justificado ese cambio de nombre.
Viene todo esto a cuento, porque en determinadas organizaciones, en las pasadas dos décadas sobremanera, acaso antes también pero no de forma tan notoria, se ha venido concediendo más y más importancia a la comunicación, a la forma de comunicar incluso, muy por encima del propio mensaje a comunicar.
Parecería que ya no es importante el «qué» de las cosas, de las acciones, sino el «cómo» se han desarrollado, independientemente del «para qué» incluso. Así, por ejemplo, en los pasados años se ha ido popularizando hasta hacerse viral (como se dice ahora) el llamado «derecho a la salud»; se inicia tímidamente cuando a algún responsable público, porque casi nunca es un pensador ni un intelectual o un filósofo…., se le ocurre dar un salto adelante y dejar de hablar del «derecho a la asistencia sanitaria» (verdadero logro de las sociedades más evolucionadas en la vieja Europa, que consagra el estado del bienestar como uno de los mayores logros de la historia de la Humanidad), para en una cabriola irreflexiva pasar a hablar del «derecho a la salud».
Pero ¿existe realmente ese derecho a la salud?, ¿no es más bien la salud un bien deseable, perseguible, pero inasequible para muchos…, incluso de entrada? Pensemos por un momento en las personas que nacen con una definitiva discapacidad física o intelectual que merma en gran medida su salud presente y futura…. Ejemplos notorios podrían ser los nacidos afectos de la grave mucoviscidosis o fibrosis quística de páncreas o por cualquiera otra enfermedad debilitante o condicionante en cualquier caso de la calidad de vida. ¿Tienen esas personas «derecho a la salud»? ¿qué significa en su caso que les dotemos del «derecho a la salud» si esta es un bien que la propia naturaleza les ha negado de entrada?
No, no existe el «derecho a la salud»; no puede existir el derecho a ser de una determinada manera…. y no de otra. ¿Existe el derecho a ser negro siendo caucásico?, ¿existe el derecho a ser alto naciendo con una enfermedad que me aboca al enanismo tanatofórico imposible de corregir, por ejemplo? La salud no es un derecho de los habientes en ningún lugar de este mundo; es un bien que se nos otorga por la madre naturaleza por nacer en el seno de una determinada saga familiar con una determinada genética, con una historia familiar.
La salud así entendida es la resultante final de esa herencia genética de la saga familiar a la que pertenezco (no tengo derecho a ser de otra familia….), junto a la epigenética que puedo condicionar con mis hábitos, con mis cuidados a lo largo de mi vida, para terminar condicionando esa genética que me es dada de entrada.
El derecho que me asiste en tanto que ciudadano de un país (bien) desarrollado es el «derecho a la asistencia sanitaria» que me costea el estado a través de mis impuestos…. Porque, no lo olvidemos, el «estado» no tiene dinero, no lo fabrica siquiera, no lo produce….; sencillamente me lo pide prestado, a veces me impone mi colaboración (recordemos que son «impuestos»….) para gestionar todo un sistema de asistencia sanitaria al que, efectivamente y por ser solo ciudadano (y no en función de los impuestos que pago….) tengo «derecho» a percibir, a disfrutar cuando lo necesite.
Es por tanto mi derecho recibir «asistencia sanitaria» cuando (el bien de) mi salud se resquebraja, se resiente, se daña, se deteriora…. Es mi obligación, en ese mismo sentido, cuidar mi salud, la que sea que me dieran al nacer, de manera involuntaria, por pertenecer a una determinada familia, por ser la consecuencia (siempre aleatoria) de una genética caprichosa…. Es mi responsabilidad complementaria cuidar esa salud precisamente; favorecer que los cambios de mi epigenética no influyan negativamente en esa genética que, de momento, me es desconocida y es imprevisible (al menos de momento…).
Si algo falla, por supuesto que ejerceré mi «derecho a la asistencia sanitaria»….. Lo garantiza el «estado del bienestar». Pero ¿me podrá conseguir ese mismo estado que desarrolle mi derecho a ser alto o negro, o feliz? ¿o a ser sano?