Hace ya tiempo nuestros lectores en este web saben que el problema fundamental de la salud de la mujer es la enfermedad cardio-vascular pues el asesino real de más mujeres es el corazón y sus trastornos asociados. De hecho, hace ya un tiempo publicamos que la menopausia tiene mucho que decir en ese riesgo pues su aparción se relaciona directamente con su incremento (ver en https://www.neyro.com/2016/12/ 05/la-menopausia-de-inicio- temprano-significa-mas-riesgo- subsiguiente-de- complicaciones-cardiovascular/ )
Realmente, gran parte de ese riesgo tiene que ver con nuestra ingesta, con el tipo de alimentación que seguimos durante muchos años como ya mostramos en un suelto anterior de nuestro web (que es posible leer en https://www.neyro.com/2014/ 01/19/somos-lo-que-comemos-y- mas-en-el-riesgo- cardiovascular/). Ahora además, sabemos que las diferencias en el perfil proteómico entre hombres y mujeres pueden proporcionar información sobre las vías biológicas que contribuyen a las diferencias de sexo ya conocidas en la enfermedad cardio-vascular (ECV).
Estamos hablando de un nuevo estudio de análisis epidemiológico de una famosa cohorte que lleva abierta o que fue iniciada hace ya muchos años en USA; el llamado Framingham Heart Study (FHS), fruto de la colaboración entre National Heart, Lung and Blood Institute y la Universidad de Boston, es un estudio prospectivo de base poblacional que comenzó en Framingham en 1948 con la cohorte original en el que, durante los últimos 66 años los investigadores han recogido datos sobre las enfermedades cardio-vasculares y sus factores predisponentes.
Actualmente está incluida la tercera generación de participantes, nietos de los primeros voluntarios. Es un estudio pionero en la investigación epidemiológica de las enfermedades crónicas no infecciosas y los métodos estadísticos y de análisis e interpretación de datos, que ha utilizado, han tenido una amplia difusión en este campo. El estudio que ahora comentamos (cuyo título original fue publicado como Sex Differences in Circulating Biomarkers of Cardiovascular Disease) investigó las diferencias de sexo en los bio-marcadores circulantes representativos de las vías biológicas implicadas en el desarrollo de ECV entre los participantes de ese Framingham Heart Study.
El ensayo ya clásico, señala JL Neyro, por la importancia de los estudios de esta cohorte, fue publicado en una revista de alto impacto (la de la imagen inferior), que puede encontrase en el enlace http://www.onlinejacc. org/content/74/12/1543. Los autores midieron 71 bio-marcadores de ECV circulantes en 7.184 participantes (54% mujeres, edad media 49 años). Mediante modelos multivariantes se evaluaron las asociaciones del sexo, la menopausia y el estado hormonal con los bio-marcadores, y si el sexo modificaba la asociación de los bio-marcadores con la ECV incidente.
De 71 biomarcadores examinados, 61 (86%) difirieron significativamente entre hombres y mujeres, de los cuales 37 fueron más altos en mujeres (incluidas las adipocinas y marcadores inflamatorios como la leptina y la proteína C reactiva), y 24 fueron más altos en hombres (incluidos los marcadores de fibrosis y plaquetas como MMP-8 y TIMP-1, en azul, en la gráfica original del trabajo). Las diferencias de sexo en los perfiles de bio-marcadores fueron más pronunciadas entre las mujeres pre-menopáusicas frente a los hombres, mientras que se atenuaron en las mujeres pos-menopáusicas que no recibían terapia de reemplazo hormonal (en la figura, en rojo, los bio-marcadores más señalados entre las mujeres). El sexo modificó la asociación de bio-marcadores específicos con ECV incidente, incluyendo CD14 y apolipoproteína.
Ya sabíamos por otro lado que la vieja terapia hormonal de la menopausia, mil veces denostada y mil veces restablecida en su prestigio por la propia ciencia y la mejor evidencia científica, era capaz de reducir de manera significativa el riesgo de ECV entre las mujeres usuarias, tanto más cuanto más pronto iniciaran esa terapia (leer en extenso en http://www.neyro.com/2016/ 06/06/usar-tempranamente-la- terapia-hormonal- posmenopausica-puede-prevenir- enfermedades-del-corazon/)
Ahora, en el estudio comentado , en definitiva, se han identificado diferencias sexuales en muchos bio-marcadores circulantes que reflejan distintas vías implicadas en la ECV, incluyendo la inflamación, la adiposidad, la fibrosis y homeostasis plaquetaria. La menopausia y el estado hormonal explicaron algunas, pero no todas, de las diferencias de sexo observadas. Una investigación más profunda de los factores subyacentes a estas diferencias podría proporcionar una visión mecanicista del desarrollo de las ECV.
Esta es efectivamente una gran recomendación del Linus Pauling Institute en su Centro de Información de Micronutrientes de la Universidad del estado de Oregón en el noroeste de los Estados Unidos, que agradecemos mucho en este web; de hecho, que se fijen en nosotros es ciertamente un gran honor…. Lo reconocemos sinceramente….
Pero vamos a lo nuestro, que es la vitamina D y es a lo que alude el texto de esa universidad.
Ya nos gustaría que nuestras (respetadas) autoridades sanitarias respetaran estas recomendaciones de la Academia Americana de Pediatría y las implementaran entre nosotros.
Seguramente mejorarían el desarrollo de nuestros niños y adolescentes y así llegarían a la edad adulta con un pico de masa ósea desarrollada con el 100% de su potencial genético.
Seguiremos informando, porque si ligamos esos niveles de vitamina D con la salud cardio-vascular o con los aspectos inflamatorios por ella prevenidos…, tendríamos seguramente población más sana¡¡¡¡
Muchas gracias, amigos de Oregón (¡) por su aportación¡¡¡¡