Apenas a mediados de julio de 2019 nos ocupábamos de nuevo en este blog de la salud sexual femenina recogiendo uno de los últimos intentos (hasta ese momento) por parte de la investigación farmacológica para mejorar el llamado deseo sexual inhibido (puede accederse aún a través del enlace siguiente https://www.neyro.
Ahora, de nuevo, sabemos que las mujeres posmenopáusicas con disminución de la libido o disfunción sexual se podrían beneficiar del tratamiento con testosterona y que las formulaciones no orales producen menos efectos adversos sobre los lípidos, según un análisis sistemático que al mismo tiempo señala la falta de evidencia para el uso de testosterona en mujeres premenopáusicas. El temor era siempre el mismo: la testosterona podría ayudar, pero el riesgo cardio-vascular, en general, siempre estaba ahí, comenta el Dr. Neyro.
El estudio que ahora comentamos está publicado nada menos que en The Lancet Diabetes & Endocrinology en el final de este mismo mes de julio de 2019 que comentábamos; está al alcance del lector interesado en el enlace https://www.thelancet.
De igual manera que lo apuntado sobre los lípidos, también hay escasez de datos respecto a varios desenlaces clave, señalan Rakibul M. Islam, de la Monash University, en Melbourne, Australia que estudió datos de casi 8.500 mujeres que participaron en estudios aleatorizados controlados de tratamiento con testosterona. La investigación demostró que mujeres a las que se administraba la hormona experimentaban mejoras en una gran gama de parámetros de la función sexual, en comparación con placebo o tratamientos hormonales alternativos, sobre todo frecuencia de eventos sexuales y deseo sexual.
Sin embargo, el metanálisis (la forma de estudio estadístico de más alto rango, comenta JL Neyro, pues analiza los datos de muchos estudios bien diseñados al respecto tomados conjuntamente), también demostró que las formulaciones orales de testosterona tenían efectos adversos sobre las concentraciones séricas de algunos lípidos, efectos que no se observan con preparados no orales. Y aunque al parecer testosterona no tiene ningún efecto sobre presión arterial, salud de las mamas y niveles de glucosa sanguínea o insulina, o en lo referente a efectos adversos graves, el número de mujeres incluidas fue demasiado pequeño para llegar a conclusiones firmes, dicen los investigadores.
Uno de los principales problemas que nos encontramos con este tipo de productos (la testosterona, entre otros) es que son hormonas naturales y por tanto no pueden ser patentadas con lo que su interés comercial se reduce mucho. No existen personas con suficiente altruismo y fondos económicos enormes para apoyar una investigación grande con muchas pacientes, si tras ella no puede llegar el retorno económico que concede (en un producto de síntesis) la exclusividad de fabricación por la protección de la patente. Recuérdese, añade finalmente el ginecólogo José Luis Neyro, que las hormonas o otras sustancias naturales no pueden ser patentadas…; «no se puede patentar la vida» apostilla.
Los autores del estudio que comentamos señalan que su análisis «proporciona apoyo robusto para realizar un estudio sobre tratamiento con testosterona, utilizando una dosis apropiada para mujeres, cuando hay indicaciones clínicas en mujeres pos-menopáusicas». También resaltan el hecho de que los preparados de testosterona existentes están diseñados solo para hombres. La falta de «cualquier formulación de testosterona aprobada con indicaciones específicas para mujeres en un país es un obstáculo importante para el tratamiento».
«Es necesario abordar urgentemente esta deficiencia a fin de erradicar la práctica generalizada de tratar a mujeres con formulaciones para hombres y productos combinados, lo que da lugar a concentraciones de testosterona varias veces mayores de lo apropiado para mujeres», afirman y refuerza el Dr. Neyro que señala que «esto sucede cada día en consulta». La Dra. Rossella E. Nappi, del Centro de Investigación en Medicina Reproductiva, Endocrinología Ginecológica y la Unidad de Obstetricia y Ginecología, en la Università degli studi di Pavia, en Pavia, Italia, indica que el estudio tiene «varios mensajes clave», que publica en un comentario posterior al artículo y que permanece al alcance del lector en https://www.thelancet.com/
Ella comenta que testosterona «es útil para la función sexual cuando hay indicaciones para su uso de acuerdo con el criterio clínico» en mujeres pos-menopáusicas con trastorno por deseo sexual hipoactivo o disfunción sexual generalizada. Además dice que «el tratamiento con testosterona se debe prescribir para lograr concentraciones fisiológicas en la sangre de mujeres pre-menopáusicas, aunque no se han definido umbrales para algún andrógeno que permitan distinguir mujeres que tienen función sexual hipoactiva, de las que no la tienen».
Todos los ginecólogos que hacemos salud sexual de la mujer conocemos los beneficios en est sentido de la testosterona, pero no conocemos las dosis indicadas para cada caso, los efectos secundarios son individuales y dependientes de la susceptibilidad individual de cada paciente y ello limita mucho su empleo en clínica. De igaul forma, la misma Dra. Nappi señala también que «los datos disponibles en mujeres pre-menopáusicas que respalden el uso de testosterona son insuficientes».
Los investigadores agregan que las mujeres se han tratado con «diversas formas de testosterona durante décadas», en gran parte por reducción del bienestar sexual, y las revisiones sistemáticas previas han encontrado efectos beneficiosos sobre la función sexual. Sin embargo, señalan que se han examinado poco los efectos adversos potenciales del uso de testosterona en mujeres, que es de lo que hablaba ahora el Dr. Neyro. El tema, en general ni es nuevo ni nos es desconocido añade (en este mismo web nos ocupamos del tema de la testosterona y el deseo sexual femenino hace ya años en https://www.neyro.com/2008/
Para evaluar con más detalle beneficios y daños potenciales del tratamiento, el equipo realizó una búsqueda en las bases de datos MEDLINE, Embase, Cochrane Central Register of Controlled Trials y Web of Science. Se buscaron estudios con enmascaramiento, aleatorizados y controlados efectuados entre 1990 y 2018, en los que mujeres menopáusicas o posmenopáusicas de 18 a 75 años se hubieran tratado con testosterona por un mínimo de 12 semanas. También identificaron datos no publicados de solicitudes de registro de fármacos a la Agencia Europea de Medicamentos y la Food and Drug Administration de Estados Unidos.
De una lista inicial de 6.491 referencias, 46 publicaciones de 36 estudios aleatorizados controlados cumplieron los criterios de inclusión, dos de los cuales fueron estudios no publicados. En 13 estudios se analizó específicamente a mujeres con función sexual hipoactiva, y en uno se reclutó a mujeres con base en las concentraciones sanguíneas de testosterona. En total, se incluyeron 8.480 personas en el metanálisis de 43 estudios de mujeres pos-menopáusicas, dos en mujeres pre-menopáusicas, y uno que incluyó mujeres pre-menopáusicas y pos-menopáusicas.
Uno de los epígrafes fundamentales de esta investigación fue la vía de administración; la administración oral de testosterona se utilizó en 15 estudios, y se emplearon parches transdérmicos en 13 estudios. Se utilizó crema transdérmica en otros dos estudios, gel transdérmico en dos, y un ensayo en que cada uno utilizó un aerosol transdérmico, formulación sublingual, inyección intramuscular e implante subcutáneo.
Los resultados fueron en principio bastante concluyentes señala JL Neyro; el análisis demostró que testosterona aumentó varios parámetros de la función sexual, en comparación con placebo o, por ejemplo, estrógeno con o sin progestágeno. Estos parámetros fueron:
- frecuencia de eventos sexuales satisfactorios (p = 0,014),
- deseo sexual (p < 0,0001),
- placer (p = 0,906),
- excitación (p = 0,579),
- orgasmo (p = 0,669).
- capacidad de respuesta (p = 0,885),
- autoimagen (p = 0,545),
- disminución de trastornos sexuales (p = 0,637), y
- ansiedad sexual (p = 0,192).
La testosterona administrada por vía oral se asoció a un aumento significativo en los niveles de lipoproteína de baja densidad (p < 0,0001) y una reducción en los niveles de lipoproteínas de alta densidad (p = 0,0001). Sin embargo, testosterona oral redujo el colesterol total (p = 0,032) y los niveles de triglicéridos (p = 0,001). Por contra, las formulaciones no orales de testosterona no se asociaron a ningún cambio significativo en los lípidos.
Ninguna de las formulaciones de testosterona se asoció a los niveles de glucosa sanguínea e insulina, presión arterial o cociente cintura-cadera. «Las vías de administración de testosterona no orales conllevan menos efectos adversos cardio-metabólicos a corto plazo, pero este hallazgo no se traduce en tolerabilidad cardio-vascular debido a una escasez de datos a largo plazo y porque los criterios de selección utilizados en estudios aleatorizados controlados excluyen a mujeres con alto riesgo que también son elegibles para tratamiento con estrógeno», observa la Dra. Nappi.
Por abundar más en las diferencias entre estrógenos y testosterona en este ámbito de cosas, hubo un indicio, según se observó en cinco estudios de 2.032 mujeres, de que el uso de testosterona conduce a leve aumento de peso, con una diferencia media de 0,48 kg (p = 0,566), realmente no significativa. Además, este tratamiento con testosterona no tuvo ningún efecto sobre densidad mineral ósea, composición del cuerpo o fuerza muscular, y no tuvo impacto sobre el desempeño cognitivo o el estado de ánimo, aunque el número de mujeres en esos análisis fue pequeño.
El análisis sugirió que testosterona se asociaba a un aumento en el riesgo de lo que la Dra. Nappi denomina «efectos adversos estéticos leves», que comprenden acné e hipertricosis, pero esos efectos secundarios no dieron lugar a suspensión del tratamiento y no se observó ningún otro efecto androgénico. Ningún efecto adverso grave se relacionó con el uso de testosterona, aunque la notoriedad de estos efectos cutáneos leves dependen realmente de la importancia que cada mujer quiera darle al asunto, destaca José Luis Neyro, de nuevo..
Estudios a largo plazo sobre testosterona para trastornos específicos en mujeres, circunstancia dificultada por la imposibilidad de patentar la testosterona… Así, los investigadores puntualizan que su análisis tiene varias limitaciones y una de ellas es que se basa en la calidad de los estudios incluidos. También hubo escasez de datos en mujeres pre-menopáusicas; sin embargo, en pocos estudios se informaron los efectos de testosterona sobre la salud musculo-esquelética, el desempeño cognitivo, el estado de ánimo y el bienestar, el riesgo de cáncer de mama y enfermedad cardio-vascular.
En consecuencia, la Dra. Nappi subraya la necesidad de «esclarecer el papel terapéutico que desempeña testosterona en las mujeres mediante el diseño de estudios a largo plazo adecuados que aborden beneficios y riesgo en trastornos clínicos específicos relevantes para la longevidad femenina saludable». La pregunta es «quién los financiará»… Añade que «hay una necesidad urgente en el campo de la medicina sexual, de asegurarse de la igualdad de género en el tratamiento eficaz de las mujeres con disfunción sexual femenina claramente relacionada con estados hipoandrogénicos».
«Sin embargo, se debe contar con productos específicamente aprobados en mujeres para lograr este objetivo; en la actualidad solo se dispone de formulaciones para hombres, y los médicos ajustan la dosis al rango de testosterona circulante en la mujer», reitera la Dra. Nappi y siempre con el riesgo de los efectos cutáneos leves a veces percibidos como imposibles de tolerar por algunas pacientes, señala el Dr. Neyro..