Una de las obsesiones (casi) de los equipos de reproducción asistida de todo el mundo (al menos occidental) es la pelea continua contra la edad cada vez más avanzada con la que la mujer media se acerca a su fertilidad en este bien entrado siglo XXI. Es una constante el continuo envejecimiento poblacional, afortunadamente, porque ello denota mejores condiciones de vida y más intensos y atinados cuidados de salud; la otra cara de la moneda es el constante descenso de la natalidad por el bajo deseo de las parejas de tener muchos hijos (y así lo mostramos en http://www.neyro.com/2014/03/ 26/la-tasa-de-natalidad-en- espana-se-situa-a-la-cola-de- la-union-europea/)
Es un hecho, por otro lado, que la reproducción «natural» no es posible tras ocurrida la menopausia y esta, nos guste o no reconocerlo, ya está «fijada» para cada mujer de forma genéticamente inducida desde el mismo momento del nacimiento (tal y como lo anticipamos en https://www.neyro.com/2015/12/ 04/identificados-los-genes- que-determinan-la-menopausia/)